& es tan dulce que, por un segundo, olvidas

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Como participante en un Encuentro Fronterizo, al bajar del avión en el Aeropuerto Internacional de El Paso puede que le reciban temperaturas abrasadoras, vientos huracanados y polvo. Otras veces es un día perfecto. Cuando llegues a nuestros apartamentos, quizá conozcas a nuestros vecinos. Tal vez salgas a comer esa primera noche - L&Js, Carlos & Mickeys. Algo clásico de El Paso. Luego por la mañana el vecindario huele a pan fresco debido a la fábrica situada al este. Por la mañana, la puerta de la sala Encuentros está abierta y la música sale a la calle. Te sientas con tu café y le preguntan por qué ha venido. "Para comprender", podría decir, o tal vez diga "Para acabar con los malentendidos." Escuchas a Sami hablar de Oriente Próximo, de pacificación, de la historia de la frontera y de este pequeño grupo llamado Abara. Sobre el sueño de la propiedad en la frontera. Te acomodas y sientes que se te acelera el pulso cuando aprendes sobre las causas profundas de la migración - ¿cómo no lo iba a saber? - piensas para tus adentros.

Pronto suben a una furgoneta y bajan en una hermosa y antigua iglesia llamada Sagrado Corazón. Un hombre que fue jefe de la patrulla fronteriza dirige ahora uno de los mayores centros de acogida de inmigrantes de El Paso. Se encoge de hombros. Almuerzas pozole casero. Empacas mochilas de cordón con artículos de higiene en el sótano de otra iglesia. Escuchas una presentación sobre la Ley de Inmigración 101 y poco a poco empiezas a darte cuenta de que la los caminos son mucho más estrechos y complicados de lo que crees. Cantáis en el coche de camino al monumento conmemorativo del tiroteo de Walmart de 2019 y volvéis en silencio. Te despiertas a la mañana siguiente y te llevan a Ciudad Juárez, conoces a una mujer enérgica y apasionada llamada Rosa, exploras un museo que rinde homenaje a la revolución mexicana. Entras en un albergue y te sientes tan inútil ante las caras de los huéspedes que podrías gritar. Pero no lo haces, porque pronto estás participando en una guerra de globos de agua. Estás comiendo helado de mango con chile y gusanos de goma. La cabeza te da vueltas con el español, con las historias. Vuelves a cruzar el puente y te pones a la cola con tu pasaporte azul en la mano. un grupo de hombres deportados es escoltado a su lado, cada uno caminando sin cordones en los zapatos. Te enteras de que lo hacen para que no puedan quitarse la vida mientras están detenidos. Y después de ser deportados, sus zapatos sin cordones los convierten en un objetivo obvio para que los contrabandistas y otros malos actores se aprovechen de ellos. Después de cenar, vas a por churros con cajeta, y es tan dulce que te olvidas por un segundo de que no tiene cordones. Desearías poder olvidar.

Al día siguiente te acogen en un centro comunitario donde te enseñan la Teología de la Migración, de la mano de una trabajadora social y máster en Divinidad llamada Bethany. Dice cosas sobre la Biblia en las que nunca habías pensado. Sonríes a pesar del cansancio. Te llevan a conocer a la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos y les escuchas hablar delante de ese muro: ves directamente a través de él, hasta Juárez. Hay algunos momentos en los que la música de Juárez ahoga sus voces. Piensas en los globos de agua, en las risas de los niños de ese refugio que comparte espacio con una fábrica de aires acondicionados. De repente, estás en la UTEP, en un museo. Todo a tu alrededor es arte e historias. Tu última presentación es de nuevo junto al río. Junto a esa valla. Te das cuenta de que el suelo que pisas ha sido un espacio de violencia y conquista, de opresión y la idea de descubrimiento, de propiedad. De dominación. Coméis enchiladas caseras. Os sentáis en círculo y habláis de lo que habéis visto, de lo que habéis sentido. A la mañana siguiente, entráis de nuevo en el aeropuerto internacional de El Paso. Puede que cambies. Observas las montañas mientras vuelas. Y entonces, un día, recibes un correo electrónico de Abara - Historias de frontera, número #12.

Testimonios de los participantes

"Estoy tan convencido de examinar cómo tomo decisiones basadas en el miedo y la autoconservación".

"Aprendí que los migrantes no son villanos, invasores o extranjeros, son gente hermosa con historias desgarradoras a ambos lados de la frontera, cada uno con una historia que merece ser contada".

"Mi corazón ha cambiado y se ha ablandado por el inmigrante. Antes me faltaba empatía... Sin embargo, como cristiana, sé que toda persona lleva la imagen de Cristo y merece ser tratada con cuidado y compasión. Había una desconexión entre mi comportamiento y mi corazón".